Ya el nadador estadounidense Ryan Lochte se disculpó por su comportamiento en Río de Janeiro. Ni a él ni a sus tres compañeros de selección los robaron. Tampoco los apuntaron con pistolas, ni hubo personas que se hicieron pasar por policías para agredirlos. Todo era mentira.
La noche de juerga del nadador Ryan Lochte que tapó con inventos y terminó en una disculpa
Una serie de contradicciones entre los nadadores y los testigos llevaron a la policía a dudar que los atletas habían sufrido un robo a mano armada.
El jefe de la policía de la ciudad, Fernando Veloso, contó este jueves la verdad de la noche de juerga de Lochte, Gunnar Bentz, Jack Conger y Jimmy Feigen. "Lo que la policía puede confirmar es que no hubo ningún robo como fue reportado inicialmente por los atletas. No fueron víctimas de una acción criminal", explicó.
La declaración de Veloso estaba sustentada en las versiones de dos de los atletas, Conger y Bentz; de los empleados de la gasolinera; de dos mujeres y un taxista. Y aún hay más testigos que faltan por hablar.
La historia narrada por el jefe de policía también se basa en lo que mostraron las imágenes de las cámaras de la estación de gasolina y de la Villa Olímpica: a cuatro jóvenes que no sufrieron algún tipo de violencia.
Una fiesta hasta el amanecer
Lochte tenía una medalla de oro que celebrar. Los cuatro nadadores fueron entonces a la fiesta en la Casa Francia, y para ellos la farra terminó casi a las 6 de la mañana del domingo. Después de tomar unos tragos y conocer a un par de chicas, salieron de la fiesta en un taxi. De camino a la Villa Olímpica se detuvieron en una gasolinera, pues necesitaban el baño.
Ese domingo, Ileana Lochte, madre del atleta estadounidense, dijo a la prensa que su hijo había sido víctima de un asalto a mano armada. "Quedaron muy afectados. Eran varios asaltantes", declaró y la noticia se esparció en el mundo como pólvora.
Más tarde, el ganador de 12 medallas olímpicas, confirmó a la televisora NBC la información. Contó que de camino a la Villa Olímpica unas personas que se identificaron como policías, los detuvieron: "Dijeron que nos echáramos al piso. Yo me negué. Uno de ellos me puso un arma en la frente".
El incidente causó preocupación en las autoridades deportivas, pues Río de Janeiro padece altos niveles de inseguridad y violencia generados por el narcotráfico y la pobreza de sus habitantes. En promedio, casi cinco personas por día sufren una muerte violenta en esa ciudad, sede de los Juegos Olímpicos, reporta la agencia AFP.
Pero cuando las autoridades interrogaron a dos de los nadadores, comenzaron las dudas. El lunes, apenas horas después del incidente, Lochte tomó un avión y se marchó de Brasil.
La historia real
Después de días de inconsistentes declaraciones entre los atletas, se conocieron las imágenes de las cámaras de seguridad de la Villa Olímpica, que muestran a los nadadores regresando tranquilamente a la residencia con sus pertenencias. También se conocieron las imágenes de la gasolinera, que no muestran la violencia a la que –dijo Lochte– habrían sido sometidos. Este jueves el jefe de la policía de Río de Janeiro, Fernando Veloso, contó otra historia, la verdadera.
Esa noche, los atletas fueron al baño de la gasolinera. Eso es verdad. Pero estando allí "uno o todos ellos" lo vandalizaron: rompieron los espejos, jaboneras, un cartel de publicidad y las papeleras. La prensa brasileña asegura que los nadadores estaban borrachos. El dueño de la estación de combustible (que no se identificó) incluso contó al diario O Globo que los deportistas orinaron por todas partes.
Dos guardias de seguridad de la estación los enfrentaron cuando casi se iban y uno de ellos frenó a los atletas mostrándoles su arma. Habían llamado a la policía. Los cuatro nadadores estaban decididos a marcharse, así que le pidieron al taxista que los sacara del lugar, pero éste se negó. La situación empeoró.
Según los testimonios de estos agentes, Lochte era el que se encontraba más nervioso y alterado. En una especie de negociación asistida por una tercera persona (que hablaba inglés y portugués), los deportistas ofrecieron dinero para reparar los daños causados. Entregaron un billete de 20 dólares y otro de 100 reales (equivalentes a 31 dólares) y se marcharon.
Los testimonios
La primera información que obtuvieron las autoridades provino de un taxista que realizó el traslado de dos mujeres que habían disfrutado de la fiesta con los nadadores y, según los medios, incluso se habían besado con algunos de ellos. "Mencionaron eso al conductor del taxi, que cuando vio lo ocurrido en los medios, trajo la información a nuestro departamento de policía", dijo.
Luego, las autoridades juntaron el video de vigilancia de la gasolinera y de la Villa Olímpica. Otros testigos, que las autoridades no identificaron, contaron que "sabían exactamente" lo que había sucedido y que "no había sido precisamente un robo". Para la policía, estos primeros testimonios fueron determinantes para sustentar las contradicciones que percibían en las historias de los deportistas.
Pero el miércoles pasado, Gunnar Bentz y Jack Conger fueron bajados del avión en el que regresarían a Estados Unidos. La policía escuchó sus versiones el jueves por la tarde con las que confirmaban lo relatado por otros interrogados. Y hay todavía más personas por declarar. Entre ellas, el tercero que sirvió de intérprete en la gasolinera.
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