Pocos son los grandes deportistas que terminan su carrera en lo más alto. Retirarse con una derrota da un dejo de tristeza para aquellos que atrajeron a las multitudes por muchos años y esa es la sensación que se quedó en Fenway Park tras la eliminación de los Red Sox y consecuente final del camino de David Ortiz en las Grandes Ligas.
David Ortiz: el hombre que conjuró la maldición del ‘Bambino’
La carrera de 'Big Papi' será recordada por la Serie de Campeonato de 2004 ante los Yankees, que precedió al primer título de Boston en 86 años
David Américo Ortiz Arias nació en Santo Domingo, República Dominicana el 18 de noviembre de 1975. Está por cumplir 41 años de edad. Sus primeros diez años en la Gran Carpa con Seattle y Minnesota fueron el preámbulo para llegar a una novena tradicional, pero sobre la que pendía una tremenda maldición.
Desde 1918, los RedSox no podían ser campeones. A la llegada de Ortiz, habían pasado 84 años. La maldición del “Bambino” se gestó cuando Babe Ruth fue vendido sin su consentimiento a los Yankees, a lo que la leyenda proclamó que no volverían a ser campeones.
En la Serie de Campeonato de 2004, Boston estaba prácticamente eliminado. Con desventaja de 3-0, pasó lo impensable y lo imposible se volvió posible: fue el bat de Ortiz el que comandó la resurrección más memorable de las últimas épocas y con justicia se llevó el nombramiento de Jugador Más valioso de aquella serie ante los Yankees. Sí, ante los Yankees que gozaron de los mejores años de Babe Ruth.
En la Serie Mundial, confirmaron la obra que en realidad había sido consumada desde la victoria sobre los Yankees, con una barrida sobre los St. Louis Cardinals.
Pasaron 86 años desde que aquellos Red Sox campeones dejaron ir a quien fue la más grande leyenda del beisbol, volvieran a lo más alto de la mano de su “Big Papi”.
A Ortiz no le bastó un título en Boston. Con él en la caja de bateo, volvieron a lograrlo en 2007 y 2013, la última con él como MVP de aquella Serie Mundial, a los 38 -casi 39- años de edad.
Pueden estar seguros que la derrota del último partido de las leyendas se olvida rápido. En la memoria quedan los momentos que los encumbran a la gloria.